miércoles, 14 de abril de 2010

SEIS ESTUDIOS DE PSICOLOGIA DE JEAN PIAJET

SEIS ESTUDIOS DE PSICOLOGIA
JEAN PIAGET.

Las estructuras variables serán, pues, las formas de organización de la actividad mental,
bajo su doble aspecto motor ó intelectual, por una parte, y afectivo, por otra, así como
según sus dos dimensiones individual y social (interindividual). Para mayor claridad,
vamos a distinguir seis estadios o períodos de desarrollo, que marcan la aparición de
estas estructuras sucesivamente construidas: 1. El estadio de los reflejos, o montajes
hereditarios, así como de las primeras tendencias instintivas (nutrición) y de las
primeras emociones. 2. El estadio de los primeros hábitos motores y de las primeras
percepciones organizadas, así como de los primeros sentimientos diferenciados. 3. El
estadio de la inteligencia sensorio-motriz o práctica (anterior al lenguaje), de las
regulaciones afectivas elementales y de las primeras fijaciones exteriores de la
afectividad. Estos primeros estadios constituyen el período del lactante (hasta
aproximadamente un año y medio a dos años, es decir, antes de los desarrollos del
lenguaje y del pensamiento propiamente dicho). 4.- El estadio de la inteligencia
intuitiva, de los sentimientos interindividuales espontáneos y de las relaciones sociales
de sumisión al adulto (de los dos años a los siete, o sea, durante la segunda parte de la
"primera infancia"). 5. El estadio de las operaciones intelectuales concretas (aparición
de la lógica), y de los sentimientos morales y sociales de cooperación (de los siete años
a los once o doce). 6. El estadio de las operaciones intelectuales abstractas, de la
formación de la personalidad y de la inserción afectiva e intelectual en la sociedad de
los adultos (adolescencia).
Los intereses de un niño dependerán, pues, en cada momento del conjunto
de las nociones que haya adquirido, así como de sus disposiciones afectivas, puesto que
dichos intereses tienden a completarlas en el sentido de un mejor equilibrio.
toda la vida mental, como, por otra parte, la propia vida
orgánica, tiende a asimilar progresivamente el medio ambiente, y realiza esta
incorporación gracias a unas estructuras, u órganos psíquicos, cuyo radio de acción es
cada vez más amplio: la percepción y los movimientos elementales (aprensión, etc.) dan
primero acceso a los objetos próximos en su estadio momentáneo, luego la memoria y
la inteligencia prácticas permiten a la vez reconstituir su estadio inmediatamente
anterior y anticipar sus próximas transformaciones.
El pensamiento intuitivo viene luego a reforzar ambos poderes. La inteligencia lógica, en su forma de operaciones concretas y finalmente de deducción abstracta, termina esta evolución haciendo al sujeto dueño de los acontecimientos más lejanos, tanto en el espacio como en el tiempo.

EL RECIÉN NACIDO Y EL LACTANTE En el momento del nacimiento, la vida mental se reduce al ejercicio de aparatos reflejos,
es decir, de coordinaciones sensoriales y motrices montadas de forma absolutamente
hereditaria que corresponden a tendencias instintivas tales como la nutrición.
En primer lugar, los reflejos de
succión se afinan con el ejercicio: un recién nacido mama mejor al cabo de una o dos
semanas que al principio. Luego, conducen a discriminaciones o reconocimientos
prácticos fáciles de descubrir. Finalmente y sobre todo, dan lugar a una especie de
generalización de su actividad: el lactante no se contenta con chupar cuando mama,
sino que chupa también en el vacío, se chupa los dedos cuando los encuentra, después,
cualquier objeto que fortuitamente se le presente, y, finalmente, coordina el
movimiento de los brazos con la succión hasta llevarse sistemáticamente, a veces desde
el segundo mes, el pulgar a la boca.
los "esquemas" de acción, construidos ya al nivel del
estadio precedente y multiplicados gracias a nuevas conductas experimentales, se hacen
susceptibles de coordinarse entre sí, por asimilación recíproca, a la manera de lo que
habrán de ser más tarde las nociones o conceptos del pensamiento propiamente dicho.
Existe, pues, una asimilación sensoriomotriz comparable a lo que será
más tarde la asimilación de lo real a través de las nociones y el pensamiento.
en la época en que el lactante empieza a
coger todo lo que ve, no presenta, al principio, ninguna conducta de búsqueda cuando
se cubren los objetos deseados con un pañuelo, y ello a pesar de haber seguido con la
vista todos nuestros movimientos. Más tarde, buscará el objeto escondido, pero sin
tener en cuenta sus sucesivos desplazamientos, como si cada objeto estuviera ligado a
una situación de conjunto y no constituyese un móvil independiente.
la ausencia inicial de objetos sustanciales más la
condición de objetos fijos y permanentes es un primer ejemplo de ese paso del
egocentrismo integral primitivo a la elaboración final de un universo exterior.
En su egocentrismo, la causalidad se halla al principio relacionada con la propia
actividad: consiste en la relación - que durante mucho tiempo seguirá siendo fortuita
para el sujeto - entre un resultado empírico y una acción cualquiera que lo ha
producido.
Ahora bien, toda conducta supone unos instrumentos o una técnica: los movimientos y la inteligencia. Pero toda conducta implica también unos móviles y unos valores finales (el valor de los objetivos): los sentimientos. La afectividad y la inteligencia son, pues, indisolubles y constituyen los dos aspectos complementarios de toda conducta humana.
Los sentimientos elementales de alegría y tristeza, de éxito y fracaso, etc.,
habrán de ser entonces experimentados en función precisamente de esa objetivación de
las cosas y las personas; de ahí el inicio de los sentimientos interindividuales.


LA PRIMERA INFANCIA DE LOS DOS A LOS SIETE AÑOS
Desde el punto de vista afectivo, esto trae
consigo una serie de transformaciones paralelas: desarrollo de los sentimientos
interindividuales (simpatías y antipatías, respeto, etc.) y de una afectividad interior que
se organiza de forma más estable que durante los primeros estadios.
Existen tres modificaciones generales de la conducta socialización, pensamiento e intuición:
-La socialización de la acción: El resultado más claro de la aparición del lenguaje es que permite un intercambio y una comunicación continua entre los individuos. el lactante aprende poco a poco a imitar sin que exista una técnica
hereditaria de la imitación: al principio, simple excitación, por los gestos análogos de
los demás, de los movimientos visibles del cuerpo (y, sobre todo, de las manos), que el
niño sabe ejecutar espontáneamente; luego, la imitación sensorio-motriz se convierte en
una copia cada vez más fiel de movimientos que recuerdan otros movimientos ya
conocidos; finalmente, el niño reproduce los movimientos nuevos más complejos (los
modelos más difíciles son los que interesan a las partes no visibles del propio cuerpo,
tales como la cara y la cabeza). La imitación de los sonidos sigue un camino parecido, y
cuando están asociados a determinadas acciones, este camino se prolonga hasta llegar
por fin a la adquisición del lenguaje propiamente dicho (palabras-frases elementales,
luego sustantivos y verbos diferenciados y, por último, frases completas).


-La génesis del pensamiento: En función de estas modificaciones generales de la acción, asistimos durante la primera infancia a una transformación de la inteligencia que, de simplemente sensorio-motriz o práctica que era al principio, se prolonga ahora en la doble influencia del lenguaje y de la socialización. El lenguaje, ante todo, dado que
permite al sujeto el relato de sus actos, le procura a la vez el poder de reconstruir el
pasado, y por consiguiente de evocarlo en ausencia de los objetos a que se referían las
conductas anteriores, y el de anticipar los actos futuros, aún no ejecutados, hasta
sustituirlos a veces por la sola palabra, sin jamás realizarlos este es el punto de partida
del pensamiento.
De los dos a los siete años, se dan todas las transiciones entre dos formas extremas de
pensamiento, representadas en cada una de las etapas recorridas en ese período, la
segunda de las cuales va poco a poco imponiéndose a la primera. La primera de dichas
formas es la del pensamiento por mera incorporación o asimilación, cuyo egocentrismo
excluye por consiguiente toda objetividad. La segunda es la del pensamiento que se
adapta a los demás y a la realidad, preparando así el pensamiento lógico. Entre ambas se
hallan comprendidos casi todos los actos del pensamiento infantil, que oscila entre estas
direcciones contrarias.

-La intuición: Existe una "inteligencia práctica", que desempeña un papel considerable entre los dos y los siete años y que, por una parte, prolonga la inteligencia sensorio-motriz del período prevería y, por otra, prepara las nociones técnicas que habrán de desarrollarse hasta la edad adulta Se ha estudiado mucho esa inteligencia práctica incipiente mediante ingeniosos dispositivos (hasta alcanzar objetos con ayuda de instrumentos varios: palos, ganchos, pulsadores, etc.) y se ha comprobado efectivamente que el niño está a menudo más adelantado en actos que en palabras.
Esta intuición es articulada y no ya global, pero sigue siendo intuición, es
decir, que está sometida a la primacía de la percepción.

LA INFANCIA DE SIETE A DOCE AÑOS

La edad de siete años, que coincide con el principio de la escolaridad propiamente dicha
del niño, marca un hito decisivo en el desarrollo mental. En cada uno de los aspectos
tan complejos de la vida psíquica, ya se trate de la inteligencia o de la vida afectiva, de
relaciones sociales o de actividad propiamente individual, asistimos a la aparición de
formas de organización nuevas, que rematan las construcciones esbozadas en el curso
del período anterior y les aseguran un equilibrio más estable, al mismo tiempo que
inauguran una serie ininterrumpida de construcciones nuevas.

-Los progresos de la conducta y de su socialización: Cuando visitamos varias clases en un colegio "activo" donde los niños tienen libertad para trabajar en grupo y también individualmente y donde se les permite hablar durante el trabajo, no puede dejar de sorprendernos la diferencia entre los medios escolares superiores a siete años y las clases inferiores.
las relaciones interindividuales, el niño, después de los siete años adquiere, en efecto, cierta capacidad de cooperación, dado que ya no confunde su punto de vista propio con el de los otros, sino que los disocia para coordinarlos.



-Los progresos del pensamiento: Cuando las formas egocéntricas de causalidad y de representación del mundo, es decir, las que están calcadas sobre la propia actividad, comienzan a declinar bajo la influencia de los factores que acabamos de ver, surgen nuevas formas de explicación que en cierto sentido proceden de las anteriores, aun cuando las corrigen.
Problemas más curiosos, en conexión con las cuestiones que tiene planteadas la ciencia
más reciente. A todas las edades, por supuesto, el niño sabrá decir de un móvil que
recorre el camino A-B-C que se hallaba en A "antes" de estar en B o en C y que
necesita "más tiempo" para recorrer el trayecto A-C que el trayecto A-B.

-Las operaciones racionales: A la intuición, que es la forma superior de equilibrio que alcanza el pensamiento propio de la primera infancia, corresponden, en el pensamiento ulterior a los siete años, las operaciones.
Hacia los 7-8 años, por término medio (pero, repetimos, estas edades medias
dependen de los medios sociales y escolares), el niño logra, tras interesantes fases de
transición en cuyo detalle no podemos entrar aquí, la constitución de una lógica y de
estructuras operatorias que llamaremos "concretas". Este carácter "concreto" por
oposición al carácter formal, es particularmente instructivo para la psicología de las
operaciones lógicas en general: significa que a ese nivel que es por tanto el de los
inicios de la lógica propiamente dicha, las operaciones no se refieren aún a
proposiciones o enunciados verbales, sino a los objetos mismos, que se limitan a
clasificar, a seriar, a poner en correspondencia, etc. En otras palabras, la operación
incipiente está todavía ligada a la acción sobre los objetos y a la manipulación efectiva
o apenas mentalizada.

GENESIS Y ESTRUCTURA EN PSICOLOGÍA DE LA INTELIGENCIA

la génesis es una cierta forma de transformación que parte de un estado A
y desemboca en un estado B, siendo B más estable que A. Cuando se habla de génesis
en el terreno psicológico - y sin duda también en los demás terrenos -, es preciso
rechazar ante todo cualquier definición a partir de comienzos absolutos. En psicología,
no conocemos comienzos absolutos y la génesis se hace siempre a partir de un estado
inicial que eventualmente comporta ya en sí mismo una estructura. Se trata, por
consiguiente, de un simple desarrollo.

El equilibrio
.
Para definir el equilibrio hay tres caracteres: Primero, el equilibrio se caracteriza por
su estabilidad. Pero observemos en seguida que estabilidad no significa inmovilidad.
Como es sabido, hay en química y en física equilibrios móviles caracterizados por
transformaciones en sentido contrario, pero que se compensan de forma estable. La
noción de movilidad no es pues contradictoria con la noción de estabilidad: el equilibrio
puede ser móvil y estable. En el campo de la inteligencia tenemos una gran necesidad
de esa noción de equilibrio móvil. Un sistema operatorio será, por ejemplo, un sistema
de acciones, una serie de operaciones esencialmente móviles, pero que pueden ser
estables en el sentido de que la estructura que las determina no se modificará ya más
una vez constituida.
Segundo carácter: todo sistema puede sufrir perturbaciones exteriores que tienden a
modificarlo. Diremos que existe equilibrio cuando estas perturbaciones exteriores están
compensadas por acciones del sujeto, orientadas en el sentido de ia compensación. La
idea de compensación me parece fundamental y creo que es la más general para definir
el equilibrio psicológico.
Por último, tercer punto en el cual me gustaría insistir: el equilibrio así definido no es
algo pasivo sino, por el contrario, una cosa esencialmente activa. Es precisa una
actividad tanto mayor cuanto mayor sea el equilibrio. Es muy difícil conservar un
equilibrio desde el punto de vista mental. El equilibrio moral de una personalidad
supone una fuerza de carácter para resistir a las perturbaciones, para conservar los
valores a los que se está apegado, etc. Equilibrio es sinónimo de actividad. El caso de la
inteligencia es el mismo. Una estructura está equilibrada en la medida en que un
individuo sea lo suficientemente activo como para oponer a todas las perturbaciones
compensaciones exteriores. Estas ultimas acabarán, por otra parte, siendo anticipadas
por el pensamiento. Gracias al juego de las operaciones, puede siempre a la vez
anticiparse las perturbaciones posibles y compensarías mediante las operaciones
inversas o las operaciones recíprocas.


Nombre: María del Rocío Márquez González.